El equilibrio es un complejo entramado, resultado de la relación de tres sistemas fundamentales. Nuestra orientación en las tres dimensiones del espacio se consigue a través del sistema visual, del sistema vestibular (situado en el oído interno) y de la información propioceptiva (formado por un sinfín de receptores de tensión y estiramiento en todo el cuerpo que recopilan información sobre la posición de cada segmento del cuerpo. Son especialmente relevantes los sensores de la planta del pie, la base del equilibrio).
El cuerpo se adapta a la pérdida de la visión intensificando la propiocepción de las extremidades y generando una mayor dependencia del mecanismo vestibular. Del mismo modo, el sistema visual suple la posible reducción de la eficiencia de la información propioceptiva procedente del contacto de las plantas de los pies con el suelo.
Podemos clasificarlo en tres categorías:
Equilibrio estático, cuando un cuerpo está en reposo o no se desplaza. Equilibrio cinético, cuando el cuerpo está en movimiento rectilíneo y uniforme. Equilibrio dinámico cuando intervienen fuerzas inerciales, es decir en movimientos no uniformes, donde un cuerpo parece estar en aparente desequilibrio pero no se cae.
Si no desafiamos nuestro sistema de equilibrio, se deteriora.
Este deterioro va a afectar negativamente en el resto de capacidades: coordinación, fuerza, potencia, resistencia y flexibilidad.
Seguidamente vamos a describir 3 ejercicios (con sus progresiones) para desafiarlo. Debemos tener presente que una buena postura es fundamental para el equilibrio. Para ello debemos alinear los segmentos corporales para consumir la mínima cantidad posible de energía para mantener una posición estable y erguida frente a la fuerza de gravedad. Recuerda hacerlos preferiblemente descalzo.
Un ejemplo de progresión en cualquiera de los tres ejercicios puede ser la siguiente:
- Brazos separados/ojos abiertos.
- Brazos cruzados/ojos abiertos.
- Brazos separados/ojos cerrados.
- Brazos cruzados/ojos cerrados.
En el primero de los ejercicios realizaremos un equilibrio estático durante 30 segundos buscando el nivel en el que note que estoy trabajando pero soy capaz de mantener el equilibrio. Si apoyo el pie cada pocos segundos estaremos en un nivel demasiado alto por lo que debiera buscar una posición más fácil (posición de tándem o incluso con ambos pies en suelo pero juntos).
Este ejercicio lo ejecutaremos con un acortamiento del pie. El “pie corto” se obtiene intentando coger el suelo con la planta del pie, pero sin realizar una flexión excesiva de los dedos. Esta activación eleva el arco e intensifica la sensibilidad de la planta del pie.
En segundo lugar partiendo de la posición de tándem (un pie directamente detrás del otro, tocando con la punta de un pie en el talón del otro) y después de identificar nuestro nivel, iremos caminando en línea recta hacia adelante y atrás. Realizaremos el ejercicio durante un minuto.
Por último, si somos capaces de realizar los dos anteriores en el nivel 4, haremos pequeños saltos laterales y anteroposteriores manteniendo la posición sobre cada pierna durante 10 segundos, tres saltos sobre cada pierna serán suficientes.
No esperes más, ¡desafía tu equilibrio y mejorarás tu salud!